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El amor de la Sabiduría Eterna


“Nadie, fuera de María, encontró gracia delante de Dios para sí misma y para toda la humanidad; nadie sino ella tuvo el poder de encarnar y dar a luz a la Sabiduría eterna, y nadie, fuera de ella,  puede, aun hoy –por decirlo así–, encarnarlo en los cristianos auténticos gracias a la operación del Espíritu Santo”.
(El amor de la Sabiduría Eterna, n. 203)

«La Sabiduría tiene deseo tan vivo de la amistad de los hombres que recorre largos caminos en búsqueda del hombre, sube a la cima de las más altas montañas, llega a las puertas de las ciudades, penetra en las plazas públicas y grita a voz en cuello: A ustedes, hombres, yo me dirijo, a ustedes yo deseo, a ustedes yo busco. Escúchenme, vengan a mí: ¡yo quiero darles la felicidad!».
(El amor de la Sabiduría Eterna, nn. 64-66, passim)

El amor de la Sabiduría Eterna 



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