Seguidores

Vía Crucis (Raúl Berzosa) Iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

PRESENTACIÓN

 «Si uno viese desde lejos su patria y estuviese separada por el mar, vería adónde ir, pero no tendría medios para llegar. Así es para nosotros Anhelamos la meta, pero está de por medio el mar de este siglo Ahora, sin embargo, para que tuviésemos también el medio para ir, ha venido de allá aquel a quien nosotros queremos llegar… y nos ha proporcionado el nao para atravesar el mar. Nadie puede atravesar el mar de este siglo, si no le lleva la Cruz de CristoNo abandonar la Cruz, ella te llevará».

Estas palabras de san Agustín, tomadas del Comentario al Evangelio de san

Juan (cf. 2, 2), nos introducen en la oracn del Via Crucis.

En efecto, el Via Crucis quiere avivar en nosotros este gesto de asirnos al madero de la Cruz de Cristo a lo largo del mar de la existencia. El Via Crucis no es, pues, una simple práctica de devocn popular con un tinte sentimental; expresa la esencia de la experiencia cristiana: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me sig (Mc 8, 34).

Y es por esta razón queremos cada Viernes Santo recorrer el Via Crucis ante el mundo y en comunión con él.  Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas.1

 Hermanos en Cristo: Nos encontramos este día, convocados por la Palabra que se acaba de proclamar, para recorrer juntos el Camino de la Cruz de Jesús. Fijemos nuestra mirada interior en Cristo, e invoquémoslo con corazón ardiente: «Di a mi alma: Yo soy tu victoria”. Díselo de manera que lo oiga»2. Su voz confortadora se entrelaza con el frágil hilo de nuestro «» y el Espíritu Santo, dedo de Dios, teje la sólida trama de la fe que conforta y guía. Seguir, creer, orar: éstos son los pasos sencillos y seguros que sostienen nuestro camino a lo largo de la Vía de la Cruz y nos dejan entrever gradualmente el camino de la Verdad y de la Vida.

Sacerdote:

  En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

  Sacerdote:

  Oremos.

  Breve pausa de silencio.

 Señor Jesústú nos invitas a seguirte también en esta hora extrema, tu hora. En ti es cada uno de nosotroy nosotros, muchos, somos uno en ti. En tu hora es la hora de la prueba de nuestra vida en sus más descarnados y duros recodoses la hora de la pasión de tu Iglesia y de la humanidad entera
Es la hora de las tinieblascuando «vacilan los cimientos de la tierry el hombre, «parte de tu creacn»4, gime y sufre con ellacuando las multiformes máscaras de la mentira se burlan de la verday los halagos del éxito sofocala íntima llamada de la honestidad; cuando el vacío de sentido y de valores anula la obra educativy el desorden del corazón mancilla la ingenuidad de los pequeños y de los débilescuando el hombre pierde el camino que le orienta al Padre y no reconoce ya en ti el rostro hermoso de la propia humanidad.
En esta hora se insinúa la tentacn de la fuga, el sentimiento de angustia y desolacn, mientras la carcoma de la duda roe la mente y el ten de la oscuridad cae sobre el alma.
Y tú, Señor, que lees en el libro abierto de nuestro frágil corazón, vuelves a preguntarnos esta noche como un día a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»5.
No, Señor, no podemos ni queremos irnosporque «Tú tienes palabras de vida etern6, Tú solo eres «la palabra de la verdad»y tu cruz es la única «llave que nos abre a los secretos de la verdad y de la vid8.
«Te seguiremos a donde vayas»9En esta adhesión es nuestra adoracn, mientras, desde el horizonte del todavía noun rayo de alegría besa el ya de nuestro camino.

 R/. Amén. 

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte

Jes calla; custodia en sí la verdad

 V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Lectura del Evangelio sen san Juan                                                  18, 37-40

  Pilato le dijo: « ¿Entonces, tú eres rey. Jes le contestó: « lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?».

Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.  

Pilato no encuentra en Jes ningún motivo de condena, y tampoco encuentra en sí mismo la fuerza de oponerse a la condena.

Su oído interior permanece sordo a la Palabra de Jes y no comprende su testimonio de la verdad. «Escuchar la verdad es obedecerla y creer en ella»10. Es vivir libremente bajo su guía y darle el propio corazón.

Pilato no es libre: está condicionado desde fuera, pero esa verdad que ha escuchado sigue resonando en su interior como un eco que llama a su puerta e inquieta.

A, sale fuera, ante los judíos; «salió otra vez», subraya el texto, casi como un impulso de huir de sí mismo. Y la voz que le llega desde fuera prevalece a la Palabra que está dentro.

Aquí se decide la condena de Jesús, la condena de la verdad.


Humilde Jesús,

también nosotros nos dejamos condicionar por lo que está fuera.
Ya no sabemos escuchar la voz sutil, exigente y liberadora, 
de nuestra conciencia que dentro llama e invita amorosamente:
«No salgas fuera, entra dentro de ti mismo:
porque en tu hombre interior reside la verdad»11.

              Ven, Espíritu de la Verdad,

ayúdanos a encontrar en el «hombre escondido en el fondo de nuestro corazón»12

el rostro santo del Hijo

que nos renueva en la semejanza divina.

  

Todos: 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 


R/. Amén.


Dios te salve, María,

llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. 

R/. Amén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.


R/. Amén.

 Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.

 R/. Amén, Jesús.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala


SEGUNDA ESTACIÓN


Jesús con la cruz a cuestas


Jes lleva la cruz, carga con el peso de la verdad

  V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                                 19, 6-7. 16-17

  Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en é. Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y sen esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios»

Entonces  [Pilato]  se lo  entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota).

  

Pilato vacila, busca un pretexto para soltar a Jesús, pero cede a la voluntad que prevalece y alborota, que apela a la Ley y lanza insinuaciones.

Una vez más se repite la historia del corazón herido del hombre: su mezquindad, su incapacidad para levantar la mirada fuera de sí mismo, para no dejarse  engañar  por  las  ilusiones  del  pequeño  provecho  personal  y  elevarse, impulsado por el vuelo libre de la bondad y la honestidad.

El corazón del hombre es un microcosmos.

En él se deciden los grandes retos de la humanidad, se resuelven o se acentúan sus conflictos. Pero la opcn es siempre la misma: tomar o perder la verdad que libera.

  

Humilde Jesús,

en el transcurso cotidiano de la vida nuestro corazón mira hacia abajo,

a su pequeño mundo, 

y, completamente embebido en la búsqueda del propio bienestar, permanece ciego ante la mano del pobre y del indefenso

que mendiga nuestra escucha y pide auxilio. A lo sumo se conmueve, pero no se mueve.

  

Ven, Espíritu de la Verdad
abraza nuestro corazón y atráelo hacia ti.
«Conserva sano su paladar interior, 
para que pueda gustar y beber la sabiduría, 
la justicia, la verdad, la eternidad».13

 

 Todos:


Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

TERCERA ESTACIÓN

 

Jesús cae por primera vez

  

Jes cae, pero…, manso y humilde, se levanta

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Mateo.                                                       11, 28-30  

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

  

Las caídas de Jes a lo largo del Camino de la Cruz no pertenecen a la Escritura; han sido trasmitidas por la piedad tradicional, custodiada y cultivada en el corazón de tantos orantes.

En  la  primera  caída, Jenohace  uninvitación, nos  abre  un  camino, inaugura para nosotros una escuela.

Es la invitacn a acudir a él en la experiencia de la impotencia humana, para descubrir cómo se ha injertado en ella el poder divino.

Es el camino que lleva a la fuente del auténtico descanso, el de la gracia qubasta.

  Es la escuela donde se aprende la mansedumbre que calma la rebelión y donde

la confianza ocupa el lugar de la presunción.

Desde la cátedra de su caída, Jes nos imparte sobre todo la gran leccn de la humildad, el camino «que lo llevó a la resurrección»14. El camino que, después de cada caída, nos da la fuerza para decir: «Ahora comienzo de nuevo, Señor; pero no sólo, sino contigo».

   

Humilde Jesús,

nuestras caídas, entretejidas de fragilidad y pecado, hieren el orgullo de nuestro corazón,

lo cierran a la gracia de la humildad

e interrumpen nuestro camino hacia ti. 

Ven, Espíritu de la Verdad,

líbranos de toda manifestacn de autosuficiencia y condenos reconocer en cada caída

un peldaño de la escalera para subir hacia ti.

  

Todos:

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

CUARTA ESTACIÓN

Jesús se encuentra con su Madre  

Junto a la cruz de Jes la madre «está»: ésta es su oracn y su maternidad 


V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.


  Lectura del Evangelio sen san Juan.                                                         19, 25 - 27

 Junto a la cruz de Jes estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al  que  amaba,  dijo  a  su  madre:  «Mujer,  ahí  tienes  a  tu  hijo».  Luego,  dijal discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

  San Juan nos dice que la Madre estaba junto a la cruz de Jesús, pero ningún evangelista nos habla directamente de un encuentro entre los dos.

En realidad, en este estar de la Madre se concentra la expresión más densa y alta del encuentro. En la aparente pasividad del verbo estar vibra la íntima vitalidad de un dinamismo.

Es el dinamismo intenso de la oración, que se ensambla con su sosegada pasividad. Orar es dejarse envolver por la mirada amorosa y franca de Dios, que nos descubre a nosotros mismos y nos envía a la misión.

En la oracn auténtica, el encuentro personal con Jes nos hace madre y discípulo  amado,  genera  vida  trasmite  amor.  Dilata  el  espacio  interior  de  la acogida  y entreteje  lazos  místicos  de  comunión,  confiándonos  el  uno  al  otro  y abriendo el tú al nosotros de la Iglesia.

  

Humilde Jesús,

cuando las adversidades y las injusticias de la vida, el dolor inocente y la violencia cruel

nos hacen imprecar contra ti, 

tú nos invitas a estar, como tu Madre, a los pies de la cruz.

Cuando nuestras expectativas y nuestras iniciativas, vacías de futuro y marcadas por el fracaso,

nos llevan a huir hacia la desesperación, tú nos llamas a la fuerza de la espera.

¡Hemos olvidado verdaderamente

la importancia del estar como expresión del orar! 

 

Ven, Espíritu de la Verdad,
sé tú el «clamor de nuestro corazón»15
que, incesante e inefable,
está confiadamente en la presencia de Dios.

 

Todos:


Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala


QUINTA ESTACIÓN

 

El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

 

Jes aprende la obediencia del amor a lo largo del camino de la pasión

     

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Lucas.                                                         23, 26

  Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

 Simón  de  Cirene  es  un  hombre  retratado  polos  evangelistas  con  una particular precisión en el nombre y la proveniencia, la parentela y la actividad; es un hombre fotografiado en un lugar y en un tiempo determinado, obligado de algún modo a llevar una cruz que no es suya. En realidad, Simón de Cirene es cada uno de nosotros. Recibe el madero de la cruz de Jesús, como un a hemos recibido y acogido su signo en el santo bautismo.

La vida del discípulo de Jes es esta obediencia al signo de la cruz, en un gesto cada vez más marcado por la libertad del amor. Es el reflejo de la obediencia del maestro. Es el pleno abandono a dejarse instruir, como él, por la geometría del amor16, por las mismas dimensiones de la cruz: «la anchura de las buenas obras; la longitud de la perseverancia en la adversidad; la altura de la expectacn de los que esperan y miran hacia arriba; la profundidad de la raíz de la gracia divina, que se hunde en la gratuidad»17.  

Humilde Jesús,

cuando la vida nos propone un liz amargo y difícil de beber,

nuestra naturaleza se cierra, recalcitrante, no osa dejarse atraer por la locura

de ese amor más grande

que convierte la renuncia en alegría, la obediencia en libertad,

el sacrificio en grandeza del corazón. 

Ven, Espíritu de la Verdad,

haznos obedientes a la visita de la cruz, ciles a su signo que nos abraza totalmente:

«cuerpo y alma, mente y voluntad,

inteligencia y sentimientos, lo que hacemos y dejamos de hacer»18, y que agranda todo a la medida del amor.


Todos:


Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala


SEXTA ESTACIÓN

 

La Venica enjuga el rostro de Jesús

 

Jes no mira la apariencia. Jes mira el corazón

    

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

 Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios                 4, 6

  

Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.  

A lo largo del Camino de la Cruz, la piedad popular señala el gesto de una mujer, denso de veneracn y delicadeza, casi un rastro del perfume de Betania: Verónica enjuga el rostro de Jesús. En ese rostro, desfigurado por el dolor, Verónica reconoce el rostro transfigurado por la gloria; en el semblante del Siervo sufriente, ella ve al más bello de los hombres. Ésta es la mirada que provoca el gesto gratuito de la ternura y recibe la recompensa de la impronta del Santo Rostro. Verónica nos enseña el secreto de su mirada de mujer, «que mueve al encuentro y ofrece ayuda:

¡ver con el corazón!»19.

  

Humilde Jesús,

Nuestra mirada es incapaz de ir más allá:

s allá de la indigencia, para reconocer tu presencia,

más allá dlsombra del pecado,

para descubrir el sol dtu misericordia,

más allá dlas arrugas dla Iglesia,

para contemplar el rostro dla Madre.

 

Ven, Espíritu dlVerdad,

derrama en nuestros ojos «el colirio dla fe»20

para quno sdejen atraer

pola apariencidlas cosas visiblessino que aprendan el encanto dlas invisibles.

 

 Todos:


Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

SÉPTIMA ESTACIÓN


Jesús cae por segunda vez


Jes no mostró poder, sino que enseñó paciencia21

 

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.                               2, 21b-24


Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profea amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que,  muertos  a  los  pecados,  vivamos  parljusticia. Cosuheridafuisteis curados.

 

Jes cae de nuevo bajo el peso de la cruz. Sobre el madero de nuestra salvación, no sólo pesa la enfermedad de la naturaleza humana, sino también las adversidades de la existencia. Jes ha llevado el peso de la persecucn contra la Iglesia de ayer y de hoy, de esa persecucn que mata a los cristianos en el nombre de  un  dios  extraño  al  amor,  de  aquella  que  ataca  la  dignidad  con  «labios embusteros y lengua fanfarrona»22. Jes ha llevado el peso de la persecucn contra Pedro, la que se al contra la voz limpia de la «verdad que interroga y libera el corazón»23. Jesús, con su cruz, ha llevado el peso de la persecucn contra sus siervos  discípulos,  contra  aquellos  que  responden  al  odio  con  el  amor,  a  la violencia con la mansedumbre. Jesús, con su cruz, ha llevado el peso del exasperado

«amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios»24 y que pisotea al hermano. Todo lo hllevado voluntariamente, todo lo ha sufrido «con su paciencia, para enseñarnos la paciencia»25.

Humilde Jesús,

en las injusticias y adversidades de esta vida nosotros no resistimos con paciencia.

Frecuentemente pedimos, como signo de tu potencia, que nos libres del peso del madero de nuestra cruz.


Ven, Espíritu de la Verdad,

enséñanos a caminar sen el ejemplo de Cristo para «cumplir sus grandes preceptos de paciencia con la preparacn del corazón»26.

 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

OCTAVA ESTACIÓN


Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él


Jes nos mira y suscita el llanto de la conversión


V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.


Lectura del Evangelio sen san Lucas.                                               23, 27 –  31


Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jes se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».


Jesús, el Maestro, sigue formando nuestra humanidad a lo largo del Camino del Calvario. Encontrando a las mujeres de Jerusalén acoge con su mirada de verdad y misericordia las lágrimas de compasión derramadas sobre él. Dios, que ha llorado sobre Jerusalén27, educa ahora el llanto de esas mujeres para que no se quede en una estéril conmiseracn externa. Las invita a reconocer en él la suerte del inocente injustamente condenado y quemado, como leño verde, como «castigo saludable»28. Les ayuda a que examinen el leño seco del propio corazón y experimenten, a, el dolor benéfico de la compunción.

Brota aquí el llanto auténtico, cuando los ojos confiesan con las lágrimas no sólo el pecado, sino también el dolor del corazón. Son lágrimas benditas, como las de  Pedro,  signo  de  arrepentimiento  y  prenda  de  conversión,  que  renuevan  en

nosotros la gracia del Bautismo.


Humilde Jesús,

en tu cuerpo sufriente y maltratado, denigrado y escarnecido,

no sabemos reconocer

las heridas de nuestra infidelidad y de nuestras ambiciones,

de nuestras traiciones y de nuestras rebeliones. Son heridas que gimen

e invocan el bálsamo de nuestra conversión, mientras nosotros hoy ya no sabemos llorar

por nuestros pecados.

Ven, Espíritu de la Verdad,

¡derrama sobre nosotros el don de la Sabiduría! En la luz del amor que salva

danos el conocimiento de nuestra miseria,

«las lágrimas que deshacen la culpa, el llanto que merece el perdón»29.

 

Todos:


Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

                                                  NOVENA ESTACIÓN 

Jesús cae por tercera vez


Jesús, con su debilidad, fortalece nuestra fragilidad


V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.



Lectura del Evangelio sen san Lucas.                                     22, 28-30a. 31-32.

 

«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino

Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y , cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos».


Con su tercera caída, Jes confiesa el amor con el que ha abrazado por nosotros el peso de la prueba y renueva la llamada a seguirle hasta el final, en fidelidad.  Pero  nos  concedtambién  echar  unmiradmás  allá  del  velo  dla promesa: «Si perseveramos, también reinaremos con él»30.

Sus  caídas  pertenecen  al  misterio  de  su  encarnación.  Nos  hbuscado  en nuestra debilidad, bajando hasta lo más hondo de ella, para levantarnos hacía él.

«Nos ha mostrado en sí mismo la a de la humildad, para abrirnos laa del regreso»31. «Nos ha enseñado la paciencia como arma con la que se vence el mundo»32. Ahora, caído en tierra por tercera vez, mientras «com-padece nuestras

debilidades»33,  nos  indica  la  manera  de  no  sucumbir  en  la  prueba:  perseverar, permanecer firmes y constantes. Simplemente: «Permanecer en él»34.

Humilde Jesús,

ante las pruebas que criban nuestra fe nos sentimos desolados:

no nos acabamos de creer que nuestras pruebas hayan sido ya las tuyas,

y que tú nos invitas simplemente a vivirlas contigo.

¡Ven, Espíritu de la Verdad,

en las caídas que marcan nuestro camino! Enséñanos a apoyarnos en la fidelidad de Jesús, a creer en su oracn por nosotros,

para acoger esa corriente de fuerza

que sólo él, el Dios con nosotros, puede darnos.

 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala
                                          

                                                                   CIMA ESTACIÓN

                                                Jesús es despojado de sus vestiduras 

                Jes queda desnudo para revestirnos con la vestidura de hijos

 

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                         19, 23 - 24


Los soldados... cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toc. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnic. Esto hicieron los soldados.

  

Jes queda desnudo. El icono de Cristo despojado de sus vestiduras es rico de resonancias bíblicas: nos devuelve a la desnudez inocente de los orígenes y a la verenza de la caída35.

En la inocencia original, la desnudez era la vestidura de la gloria del hombre: su amistad trasparente y hermosa con Dios. Con la caída, la armonía de esa relacn se rompe, la desnudez sufre verenza y lleva consigo el recuerdo dramático de aquella pérdida.

La desnudez significa la verdad del ser.

Jesús, despojado de sus vestiduras, tejió en la cruz el hábito nuevo de la dignidad filial del hombre. Esa túnica sin costuras queda allí, íntegra para nosotros; la vestidura de su filiacn divina no se ha rasgado, sino que, desde lo alto de la cruz, se nos ha dado.

  

Humilde Jesús, delante de tu desnudez

descubrimos lo esencial

de nuestra vida y de nuestra alegría:

ser en ti hijos del Padre.

Pero confesamos también la resistencia

a abrazar la pobreza como dependencia del Padre, a acoger la desnudez como hábito filial.

  

Ven, Espíritu de la Verdad, ayúdanos a reconocer y a bendecir

en cada expolio que sufrimos una cita con la verdad de nuestro ser,

un encuentro con la desnudez redentora del Salvador, un trampolín que nos lanza

hacia el abrazo filial con el Padre. 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

UNDÉCIMA ESTACIÓN


Jesús es clavado en la cruz


Jesús, elevado sobre la tierra, atrae a todos hacia sí

 

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

 

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                                         19, 18-22

 

Lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: Este ha dicho: Soy el rey de los judíos». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».


Jes crucificado está en el centro; la inscripcn regia, alta sobre la cruz, abre las profundidades del misterio: Jes es el rey y la cruz es su trono. La realeza de Jesús, escrita en tres lenguas, es un mensaje universal: para el sencillo y el sabio, para el pobre y el poderoso, para quien se acoge a la Ley divina y para quien confía en el poder político. La imagen del crucificado, que ninguna sentencia humana podrá remover nunca de las paredes de nuestro corazón, será para siempre la palabra regia de la Verdad: «Luz crucificada que ilumina a los ciegos»36, «tesoro cubierto que sólo la oracn puede abrir»37, corazón del mundo.

Jes no reina dominando, con un poder de este mundo, él «no tiene ninguna

legión»38. Jes reina atrayendo39: su imán es el amor del Padre que en él se da por nosotros «hasta el extremo»40. «Nada se libra de su calor»41.


Señor Jesús, crucificado por nosotros. Tú eres la confesión

del gran amor del Padre por la humanidad, el icono de la única verdad creíble. Atráenos hacia ti,

para que aprendamos a vivir

«por amor de tu amor»42.

Ven, Espíritu de la Verdad,

ayúdanos a elegir siempre a «Dios  y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus poderes,

para descubrir, en la impotencia externa del Crucificado,

la potencia siempre nueva de la verdad»43.

 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

DUODÉCIMA ESTACIÓN


Jesús muere en la cruz

 

Jes vive su muerte como un don de amor

  

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                         19, 28 - 30


Sabiendo Jes que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo se. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una ca de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

  

«Tengo sed». «Está cumplido». En estas dos palabras, Jes nos muestra, con una mirada hacia la humanidad y otra hacia el Padre, el ardiente deseo que ha impregnado su persona y su misión: el amor al hombre y la obediencia al Padre. Un amor horizontal y un amor vertical: ¡he aquí el diseño de la cruz! Y desde el punto de encuentro de ese doble amor, allí donde Jes inclina la cabeza, mana el Espíritu Santo, primer fruto de su retorno al Padre.

En este soplo vital del cumplimiento, vibra el recuerdo de la obra de la creación44  ahora redimida. Pero también la llamada a todos los que creen en él, a «completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo»45. ¡Hasta que todo esté cumplido!


¡Señor Jesús, muerto por nosotros! Tú pides para dar,

mueres para entregar y,

al mismo tiempo, nos haces descubrir en el don de sí mismo el gesto que crea el espacio de la unidad.

Perdona el vinagre de nuestro rechazo y de nuestra incredulidad,

perdona la sordera de nuestro corazón a tu grito sediento

que sigue subiendo desde el dolor de tantos hermanos.

Ven, Espíritu Santo,

heredad del Hijo que muere por nosotros:

sé tú el faro que nos guíe

«hasta la verdad plena»46

y «la raíz que nos conserve en la unidad»47.

 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

DECIMOTERCERA ESTACIÓN


Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre


El cuerpo de Jes es acogido en el abrazo de la Madre

 

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                                  19, 32-35.38

 

Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado  con  élperallegar  a  Jesús, viendque  ya  habímuerto, nle quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jes aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.

 

La lanzada en el costado de Jesús, de herida se convierte en abertura, en una puerta abierta que nos deja ver el corazón de Dios. Aquí, su infinito amor por nosotros nos deja sacar agua que vivifica y bebida que invisiblemente sacia y nos hace renacer. También nosotros nos acercamos al cuerpo de Jes bajado de la cruz y puesto en brazos de la madre. Nos acercamos «no caminando, sino creyendo, no con los pasos del cuerpo, sino con la libre decisión del corazón»48. En este cuerpo exánime nos reconocemos como sus miembros heridos y sufrientes, pero protegidos por el abrazo amoroso de la madre.

Pero nos reconocemos también en estos brazos maternales, fuertes y tiernos a la vez.

Los brazos abiertos de la Iglesia-Madre son como el altar que nos ofrece el

Cuerpo de Cristo y, allí, nosotros llegamos a ser Cuerpo místico de Cristo.


Señor Jesús,

entregado a la madre, figura de la Iglesia-Madre. Ante del icono de la Piedad

aprendemos la entrega al sí del amor, al abandono y la acogida,

la confianza y la atencn concreta,

la ternura que sana la vida y suscita la alegría.

Ven, Espíritu Santo,

guíanos, como has guiado a María, en la gratuidad irradiante del amor

«derramado por Dios en nuestros corazones

con el don de tu presencia»49.

 

Todos: 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

Vía Crucis (Raúl Berzosa) iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala

DECIMOCUARTA ESTACIÓN

  

Jesús es puesto en el sepulcro

  La tierra del silencio y de la espera custodia a Jesús, semilla fecunda de vida nueva

  

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

  

Lectura del Evangelio sen san Juan.                                                         19, 40-42

  

Tomaron el cuerpo de Jes y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, sen se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el a de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

  

Un jardín,mbolo de la vida con sus colores, acoge el misterio del hombre creado y redimido. En un jardín, Dios puso a su criatura50, y de allí la desterró tras la caída51. En un jarn comen la Pasión de Jesús52, y en un jarn un sepulcro nuevo acoge al nuevo Adán que vuelve a la tierra53, seno materno que custodia la semilla fecunda que muere.

Es el tiempo de la fe que aguarda silenciosa, y de la esperanza que sabe percibir ya en la rama seca el despuntar de un pequeño brote, promesa de salvacn y de alegría. Ahora la voz de «Dios habla en el gran silencio del corazón»54.

 

Todos:

 

Padrenuestro - Avemaría - Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. 

R/. Amén.

 PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL FINAL DEL VÍA CRUCIS EN EL COLISEO

Palatino
Viernes Santo 22 de abril de 2011

 Queridos hermanos y hermanas

Esta noche hemos acompañado en la fe a Jesús en el recorrido del último trecho de su camino terrenal, el más doloroso, el del Calvario. Hemos escuchados el clamor de la muchedumbre, las palabras de condena, las burlas de los soldados, el llanto de la Virgen María y de las mujeres. Ahora estamos sumidos en el silencio de esta noche, en el silencio de la cruz, en el silencio de la muerte. Es un silencio que lleva consigo el peso del dolor del hombre rechazado, oprimido y aplastado; el peso del pecado que le desfigura el rostro, el peso del mal. Esta noche hemos revivido, en el profundo de nuestro corazón, el drama de Jesús, cargado del dolor, del mal y del pecado del hombre.

¿Que queda ahora ante nuestros ojos? Queda un Crucifijo, una Cruz elevada sobre el Gólgota, una Cruz que parece señalar la derrota definitiva de Aquel que había traído la luz a quien estaba sumido en la oscuridad, de Aquel que había hablado de la fuerza del perdón y de la misericordia, que había invitado a creer en el amor infinito de Dios por cada persona humana. Despreciado y rechazado por los hombres, está ante nosotros el «hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, despreciado y evitado de los hombres, ante el cual se ocultaban los rostros» (Is 53, 3).

Pero miremos bien a este hombre crucificado entre la tierra y el cielo, contemplémosle con una mirada más profunda, y descubriremos que la Cruz no es el signo de la victoria de la muerte, del pecado y del mal, sino el signo luminoso del amor, más aún, de la inmensidad del amor de Dios, de aquello que jamás habríamos podido pedir, imaginar o esperar: Dios se ha inclinado sobre nosotros, se ha abajado hasta llegar al rincón más oscuro de nuestra vida para tendernos la mano y alzarnos hacia él, para llevarnos hasta él. La Cruz nos habla de la fe en el poder de este amor, a creer que en cada situación de nuestra vida, de la historia, del mundo, Dios es capaz de vencer la muerte, el pecado, el mal, y darnos una vida nueva, resucitada. En la muerte en cruz del Hijo de Dios, está el germen de una nueva esperanza de vida, como el grano que muere dentro de la tierra.

En esta noche cargada de silencio, cargada de esperanza, resuena la invitación que Dios nos dirige a través de las palabras de san Agustín: «Tened fe. Vosotros vendréis a mí y gustareis los bienes de mi mesa, así como yo no he rechazado saborear los males de la vuestra… Os he prometido la vida… Como anticipo os he dado mi muerte, como si os dijera: “Mirad, yo os invito a participar en mi vida… Una vida donde nadie muere, una vida verdaderamente feliz, donde el alimento no perece, repara las fuerzas y nunca se agota. Ved a qué os invito… A la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos..., a participar en mi vida”» (cf. Sermón 231, 5).

Fijemos nuestra mirada en Jesús crucificado y pidamos en la oración: Ilumina, Señor, nuestro corazón, para que podamos seguirte por el camino de la Cruz; haz morir en nosotros el «hombre viejo», atado al egoísmo, al mal, al pecado, y haznos «hombres nuevos», hombres y mujeres santos, transformados y animados por tu amor.

DISCURSO DEL SANTO PADRE Y BENDICIÓN APOSTÓLICA

 

 El Santo Padre dirige la palabra a los presentes.

 Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendicn Apostólica:

  

V/. Dominus vobiscum.

R/. Et cum spiritu tuo.

  V/. Sit nomen Domini benedictum.

R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.

  V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini.

R/. Qui fecit lum et terram.

  V/. Benedicat vos omnipotens DeusPater, et Filius, et Spiritus Sanctus.

R/. Amen.

  

CANTO 

R. Crux fidelis, inter omnes arbor una nobilis, Nulla talem silva profert, flore, fronde, germine! Dulce lignum dulci clavo dulce pondus sustinens.

  

1. Pange, lingua, gloriosi prœlium certaminis,
Et super Crucis trophæo dic triumphum nobilem
Qualiter Redemptor orbis immolatus vicerit. R.

  

2. De parentis protoplasti fraude factor condolens, Quando pomi noxialis morte morsu corruit, Ipse lignum tunc notavit, damna ligni ut solveret. R.


1 1 P 2, 21.

2  SAN AGUSTÍN, Confesiones 1, 5, 5 (a partir de ahora las citaciones que no sean de la Sagrada Escritura y que no presentan un autor son de san Agusn).

3 Is 24, 18.

4 Confesiones 111.

5 Jn 667.

6 Jn 668.

7 Cf. Ef. 113.

8 Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 45, 1.

9 Cf. Mt 819.

10 Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 115, 4. 

11 De la verdadera religión 39, 72.

12 Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a 1 P 3, 4.

13 Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 26, 5.

14 Enarraciones sobre los salmos, Salmo 127, 10.

14 Enarraciones sobre los salmos, Salmo 127, 10.

15 Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 118, Sermón 29, 1.

16 Cf. Ef 3, 18.

17 Cf. Carta 140; 26, 64.

18 Cf. R. GUARDINI, Los signos sagrados, Barcelona 1957, p. 14.

19 Cf. JUAN PABLO II, Carta, A vosotras, mujeres (29.6.1995), n. 12.

20 Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 34, 9.

21 Cf. Comentarios sobre los salmos, Salmo 40, 13.

22 Sal 12 (11), 4.

23 J. RATZINGER, El elogio de la conciencia. La verdad interroga al corazón, Navarra 2010.

24 La Ciudad de Dios 14, 28.

25 Sermón 175, 3, 3.

26 Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 113, 4.

27 Cf. Lc 19, 41.

28 Is 53, 5.

29 Cf. S. AMBROSIO, Exposición sobre el Evangelio de san Lucas X, 90.

30 2 Tm 2, 12a.

31 Cf. Sermón 50, 11.

32 Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan 113, 4.

33 Hb 4, 15

34 Cf. Jn 15, 7.

35 Cf. Gn 2, 25; 3, 7.

36 Cf. Sermón 136, 4.

37 Cf. Ib. 160, 3.

38 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, Madrid 2011, p. 223.

39 Cf. Jn 12, 32.

40 H. U. VON BALTHASAR, Tú coronas el o con tu gracia, Madrid 1997, p. 217.

41 Sal 19 (18), 7.

42 Confesiones 2, 1, 1.

43 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, o.c., pp. 226-227.

44 Cf. Gn 2, 2.7.

45 Cf. Col 1, 24.

46   Jn 16, 13.

47 Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 143, 3.

48 Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 26, 3.

49 Cf. Rm 5, 5.

50 Cf. Gn 2, 8.

51 Cf. Gn 3, 23.

52 Cf. Jn 18, 1.

53 Cf. Jn 19, 41.

54 Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 38, 20.




Comentarios